miércoles, 20 de febrero de 2013

Quiénes educan, ¿los padres o los maestros?


Esta es una discusión eterna y compleja. Hasta hace pocos años  y como decía mi padre, Dr. Miguel Pruneda Padilla () , la idea prevaleciente era que “la educación llega con la leche”, queriendo decir que los aspectos formativos de la persona, sus valores y fineza de sus comportamientos, se aprenden directamente de la madre y en casa.

Y vemos, cómo, hasta el mejor sistema escolar del mundo – el finlandés, según la OCDE –, implica que lo que se vive, respira y absorbe en el hogar, lidera los procesos formativos.

Sin embargo, en nuestro país y muchos otros más, convergen otros factores:

Muchos padres, queriendo decir papá y mamá, trabajan y delegan o esperan de la escuela y de su “formación integral”, que eduque a sus hijos en todos los aspectos de la vida.

En los temas que atañen al Programa FitSchool, por ejemplo, nos llama la atención que en el país del norte estén proliferando talleres de “educación y etiqueta” para los niños en restaurantes de buen nivel. Ello es, no sólo se cocina y se enseña qué comer a los pequeños para mantenerse sanos, también se les debe instruir en cómo tomar el tenedor y qué hacer con la servilleta – que es de tela , por supuesto. 

Los pequeños – y algunos adultos también – aprenden qué es educado en la mesa y qué no lo es… Y como el comer es un arte complejo, los cursillos cubren cómo sentarse, qué tipos de cucharillas y cubiertos existen para cada platillo, dirigirse al mesero para ordenar los alimentos y el universo de las comunicaciones verbales y no verbales que ocurren en la mesa y que inevitablemente “desenmascaran” quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos …  Ja ja ja.

Según el artículo del New York Times, “los expertos en ‘etiqueta’ afirman que sus servicios son necesarios porque los padres ya no tienen la paciencia, el tiempo o el conocimiento para transmitir estas finezas a sus hijos. La hora de la comida se ha convertido en un tiempo ‘libre para todos’, asfixiada por apretados horarios familiares, la tv encendida como telón de fondo, y la creencia moderna de que los niños simplemente ‘deben ser niños’”. 

Ya no está la abuelita que daba pellizquitos de monja cuando una se atrevía a encorvarse, o la tía que lanzaba gélidas miradas de acero cuando se cometía otro error terrible al tomar la cuchara o – peor, ¡auch!  –, ensuciar el mantel.

Probablemente, planear talleres de "buenas maneras" sea un extremo en el concierto de todo lo que tienen que aprender los niños, sin embargo, sí es un tema interesante para reflexionar, desarrollar e incorporar en futuros Días Sabrositos

En el mismo orden de ideas, la BBC publica las siguientes investigaciones:

Comer en familia ‘aumenta el consumo infantil de frutas y verduras’ y mejora los hábitos alimenticios de los niños, aún si ello ocurre una o dos veces por semana, según el estudio publicado en el Journal of Epidemiology & Community Health. Afirma el reporte que el ejemplo de padres y hermanos es esencial para que los pequeños consuman los 400 gramos de frutas y verduras diarios recomendados como mínimo. Y en una nota relacionada: "Aprender a cocinar es esencial para inculcar hábitos de alimentación sanos".

Por hoy es todo. Hasta la próxima.

Cristina Pruneda

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